miércoles, 28 de noviembre de 2012

Nightmare Night.

¿Piensas que lo sabes todo sobre las pesadillas? Por favor, no me hagas reír.
Este mundo es más grande de lo que crees, es inmenso, es terrorífico. Intenta entenderlo, y quizás caigas en malas manos. Intenta poseerlo, y acabarás en un infierno.
Lo que no quieras saber, intenta mejor ignorarlo, posiblemente te coma por dentro. Seguramente, acabarás con el alma congelada, tendrás un corazón destrozado.
Tendrás una vida de pesadillas.

Desde un recóndito país, viene la princesa que descendió de la Luna, la cual posee el poder de las pesadillas, el poder con el cual domina a cualquier súbdito con dolor o a amenazas. Desde siempre ha tenido un equipo llevado por siervos semi-muertos. Sus sueños habían sido completamente destrozados y no pudieron nunca llevar acabo ninguna acción si no era por obra de la princesa. Siempre sucumbían a sus deseos, a lo que ella imperaba sobre sus pobres almas. Pero claro, ¿quién sería capaz en ese entonces de poder negarle algo? Nunca sucedió, y posiblemente nunca sucedería. 

Apareció dentro de una las puertas del instituto, hoy tenían una fiesta totalmente normal, por el año celebrado dentro de la paz mundial. Era algo que a ella no le gustaba para nada, pero no tenía más que comerse el día entero sentada y mirar la cara de felicidad que tienen las personas dibujadas en su cara. Pero, ¿tantos sueños bonitos esperaban tener en su futuro? Quizás eso no duraría mucho.

Una gran nube negra asechaba desde el inicio del instituto, pues amenazaba con tormenta ese día. Fue entonces cuando el primer trueno calló fuertemente en medio del edificio. Tembló el suelo, y ella dibujó en su rostro una sonrisa.

De pronto las luces se fueron, tuve la oportunidad de salir a la luz, y la niebla coló por completo el corredor. Estaba en mi escenario, y ellos eran mis marionetas. Todos acabarían por ver, esa noche, cómo iban sus sueños a desaparecer. Y claro, yo iba a ser la persona que acabaría con ellos. Esas putas no sabrían qué hacer cuando las bragas las mojarían por mí, y esos imbécil varones no sabrían a qué mujer venerar que no fuese yo misma. Cualquier emoción estaría bajo mi control, cualquier cosa que quisieran hacer estaría bajo mi aprobación. Si no, no podrían llevarlo acabo. ¿En serio? ¿Querían felicidad próspera y acabar con los problemas que existen dentro de este mundo? Claro que sí, pequeños animalillos.

Cuando pude levantarme, me coloqué encima del escenario y me dediqué a ver al público. Este miraba hacia cada lado, intentaba ver si podían buscar una solución a su alrededor. Pero, ¿qué iban a encontrar en una oscuridad total? Solo yo era capaz de ver cómo corrían de un lado a otro. En ese entonces yo podía saborear el miedo que sentían en cada una de sus extremidades. 

Lancé aquel hechizo que había podido aprender desde mi nacimiento, con el que pude dominar la mente de aquellos pequeños animales que aún intentaban correr hasta la salida, o el panel para las luces. Ninguno llegó a tiempo para poder detener lo que aquella noche iba a llevarse acabo. Mis pies estaban firmes en el escenario, y la niebla era mi acompañante para el baile de media noche solar. Mis seducciones hicieron que cada hombre acabase frente al escenario, y que cada mujer estuviera mirando hacia mi lado sin siquiera ponerse en pie. Cada uno estaba sucumbiendo en mis deseos. En donde yo estaba dominando ahora mismo sus grandes deseos. Yo era la que estaba en el centro de sus sueños. Así debía ser, por el momento.

A lo que me dio tiempo fue a torturarlos un rato, me dediqué a ponerlos uno a uno, en fila, y llevé acabo aquello por lo que empezó esta noche eterna. Poco a poco, fui desmembrando sus partes, una a una, empezando desde sus piernas, sus brazos, sus piernas, su cabeza, y luego su cuerpo acabó por caer en trozos. Sus intestinos, rojos por la sangre, casi brillantes por su vena arterial, acabaron por decorar cada una de las baldosas que estaban en ese pequeño patio. Cada persona que pasaba frente a mí acababa siendo descuatizada, cada cual en un orden distinto, con el fin de poder apreciar cómo sus restos caían de una manera diferente. Era un acto totalmente sangriento, y más bien, cálido. La sangre a borbotones era una especie de orgía ardiente. Se podía sentir el hedor de metálico de la sangre correr desde el suelo hasta mi posición. Era muy excitante para mi persona, pero tenía que acabar esto rápido.

Mis zapatillas se dirigieron hasta la escalera para abandonar el escenario, y cuando estuve en el nivel del suelo adecuado, tuve a mis pies todos y cada uno de los trozos de aquellas personas que hacía un par de minutos estaban sonriendo felizmente.

No entiendo por qué la gente sigue pensando en sus sueños, sabiendo que hay muchos depredadores sueltos.

martes, 30 de octubre de 2012

Un público mudo - 1º parte?

Y aquí me veo de nuevo, frente a un público que no oye, con unas piernas que me aguantan. Yo, el Lobo, busca cantar una última vez hacia una Luna que, finalmente, reconoce como suya.

En varias ocasiones canté en vano, y mi estupidez era más abundante. Estuve absorto ante cantarle a una Luna, sin saber si era la verdadera o no. Mi instinto me hizo moverme solo, enamorarme sin querer. Y esto hirió mi orgullo, una y otra vez.

El público no comenta, pero ríe en silencio, hasta que llegado ha llegado mi ángel negro.

Esas preciosas alas de negro opaco mostraban un ser que internamente estaba herido, hasta en lo más profundo de su alma. Sin embargo, demostró una fuerza interna demoledora.

Ese fue mi primer individuo que quise de verdadero público. El ser que yo realmente buscaba con anhelo.

Y yo te digo a ti, pequeña ángel, que cada vez que te quejas de tus alas caídas, yo veo unas preciosas plumas de carácter obsidiana. Lo que yo veo cuando alzas tus garran no son más que una señal de pesadez absoluta, no ira. Y, que sepas, angelito, que mi canto quiero que sea el más adecuado para aliviar tu molestia: quiero, a poder ser, imitar el arte de Morfeo, solo por ti, igualar un Dios.

En el momento que escuchar mi aullar, debes saber que estoy ahí: y mire usted, el aullido de un lobo es potente. Debes saber que te protegeré con mi pelaje gris, y que podrás resguardarte en mi más íntimo refugio: mi alma.

lunes, 29 de octubre de 2012

Videomusic.

Imaginarme en una sala blanca, y que el ritmo de comienzo a la melodia. Espera a que el estribillo salte para poder dejar a un lado el silencio. El salón pasa a ser morado, verde y rojo. Esta gama de colores se mezcla para conseguir unas melodías nuevas, y con ello un nuevo son de acordes. 

Se mueven todos con una armonía perfecta que provoca en los oídos un salpicar de gotas frescas.

Me hacen danzar a su lado, cogiéndome de la mano con el fin de que yo aprenda de su arte, y con ello, yo dominarlo y hacerlo mío.

Pero su mano de algodón resbala ante mis yemas. Aunque fuera una sensación placentera, se siente frío, incluso gélido. Es perder el calor que emana de este hermoso arte, de este gran descubrimiento. Y refugio.

Intento volver a recordarlo, y hago que mis dedos lleguen danzantes hasta un instrumento, pudiendo crear réplicas casi exactas de mi recuerdo. De mi pequeño deseo creo algo, algo que se encuentra bajo un resplandor casi angelical. Me salpica, y creo de nuevo ese momento aprisionado. 

Y quiero crearla de nuevo. Mi música, mi recuerdo. Mi gota fresca.

jueves, 26 de julio de 2012

El ático.

¿Por qué buscar dentro de una gran bolsa de cuero una llave? ¿Por qué la niña estuvo jugando con su pequeño osito hasta tan tarde en la noche? No supo apenas qué se le encontraba cerca, ¿cierto? 

La menor se encontraba en el ático, descansando de haber jugado tanto aquel día, de haberlo pasado bien con sus más energéticas e imaginarias historietas que ella misma protagonizaba. Entonces, cuando estuvo por  acostar su cabeza en uno de los grandes baúles donde su madre colocaba los recuerdos de sus abuelos. Se sintió bien, tenía la sensación de estar acostada en el regazo de su abuela, la cual recordaba con una gran y cálida sonrisa. Pero, aunque fuera simple fantasía, lo sentía muy real, sentía cómo su presencia no estaba muy lejos de donde ella se encontraba. Entonces empezó a sentir cómo una de sus lágrimas caía por su mejilla. Esta se sorprendió, y abrió lentamente los ojos para percatarse de que esa gota de agua pertenecía a un ojo seco, el de ella. No había poseído ningún sentimiento para que esta brotase, pero se encontraba ahí, brillante y salada.

La menor encontró este acontecimiento extraño pero a la vez acogedor: quería volver a sentirlo, por lo que pensó en volver a dicho lugar y sentir cómo su abuela lloraba de ilusión al tenerla tan cerca. ¿Era realmente la proximidad de esta lo que hacía salpicar una de sus lágrimas? ¿Era siquiera una ilusión de sus propios pensamientos? No tuvo que tardar mucho, o al menos eso pensó ella, para que llegase la siguiente noche y ella se encontrase de nuevo acostada sobre el baúl, esperando de nuevo notar aquella sensación que le resultó placentera. Entonces sintió, esta vez, un leve soplo que llegó desde una de las ventanas. Esta no recordó abrirla en ningún momento, pero no le dio importancia, y se dedicó a cerrarla a cal y canto. Media vuelta y el baúl estaba abierto, en la misma posición, y con una especie de abolladura en la parte delantera, donde ella solía dejar su cabeza para poder acostarse. Y se dio cuenta de que era un trozo de madera que había caído desde el tejado. ¿Cómo no lo había oído? Estuvo un tanto paralizada en un momento, y entonces decidió acercarse y encontrarse con una bolsa de cuero desgastada. ¿Qué hacía ese tipo de elemento ahí? Sabía que lo que se encontraba debía ser viejo, pero, ¿tanto? 

Encontró en su interior una especie de tarjeta con una foto. Eran sus abuelos con su madre en brazos. Debía ser casi de su misma edad, y cuando se fijó mejor, había una mujer mucho más al fondo, era más joven que la pareja, y algo mayor que la niña. Si se fijaba mejor, era una adolescente. Sus cara estaba quemada. Reconoció su edad por la estatura de la misma, si sacaba una pequeña escala. El vestido que llevaba era blanco total, algo que le llegó a dar un indicio de inocencia a sus ojos. Pero, cuán era su error. Cuán era realmente su propia inocencia.

Escuchó el rechinar de la puerta del ático sonar, y esta acabó en un gran estruendo que hizo movilizar a sus padres por la impresión. Corrieron hasta el ático al escuchar cómo su hija gritaba por la falta de luminosidad. La luz se había desvanecido, y ella era presa de la oscuridad, esta la había cogido por la cintura, y no la dejaría escapar. 

El sonido chirriante de la niña continuaba mientras el padre intentaba abrir la puerta a base de golpes. La puerta no se dejaba caer, y entonces, cuando iba el quinto golpe hacia la puerta, los gritos se terminaron frente a un quebrar. ¿Qué quebró? Entonces, vieron cómo el un leve río de sangre pasaba por debajo de la puerta. El padre temió, y golpeó con más fuerza aún la puerta, haciéndola caer completamente. 

Encontró a su hija sentada en el suelo, junto a un lecho de sangre que no llegaron a reconocer como el de ella. Era algo más negro, más fétido. Revisaron, de todos modos, una y otra vez si ella tenía heridas, algún síntoma de heridas, pero nada. 

Varios días siguieron y ella seguía subiendo al ático a hurtadillas, porque sus padres no estaban de acuerdo. Y encontraba una y otra vez la foto en su sitio, por más que la moviese. De vez en cuando, encontraba algún que otro mensaje que desaparecía al cabo de unos segundos. Le daba el tiempo preciso para leerlo y luego poder memorizarlo. Eran sencillos. Un: "no vuelvas"; "intenta olvidar lo ocurrido". Ese tipo de mensajes.

Porque, a más que ella intentase saber el origen de esas palabras, nunca encontró el ser que llevaba acabo esas hazañas tan valientes por parte de un no-vivo. De todos modos...

... la Muerte solo falla una vez.

domingo, 24 de junio de 2012

Y vi...

Y ahí lo vi. Como un gran elemento ardiente. Se extendía por todo el campo de baile de la Luna, y siguió el camino que ésta nunca llegó a recorrer. Y me extrañé. Vi cómo se colocaba en el borde de la pasarela, y caía. Cayó hasta que se sentía desbocado, exhausto y sin más capacidad de andar. Y cayó, y llegó la Luna.

lunes, 4 de junio de 2012

Confesiones de un ateo virulento.

- Aquí me encuentra, Padre, confesándome ante el  hijo de Dios - y así era, el joven se había colocado al lado de religioso, delante de la encrucijada de Jesús. El nombrado se colocó frente al muchacho mientras el otro inclinaba la cabeza en señal de respeto hacia "el sacrificado".

- Cuéntame tus pecados, hijo - dijo el cura, sonriendo, feliz de que uno de su edad se atreviese a confesar sus más guardados secretos.

El de corta edad, entonces, se dispuso a relatar su recital, y este dice así:

- Pues, Padre, me encuentra aquí en este mar de penumbras, donde las tinieblas guardan hasta el más recóndito agujero de mi corazón. Este que se esparce hasta cada rincón de mi alma, y lo atrapa. Corra a toda prisa hasta mis ojos, y los quema. No me es posible decir nada, ya estoy en sus manos - empezó el chico, sonriendo débilmente, casi de lado se podía notar uno de sus colmillos. Prosigue -. Perdóneme, Padre, pues he seguido la senda de mis pecados. He seguido hasta el portón de Belzebú, y dormí en la misma cama que Asmodeo. Y me encontré con los colmillos de Amon en mis manos, rugiendo el mismo grito que Mammon. Me encontré frente a los ojos de Leviatán, y sufrí de las órdenes de Lucifer.

El sacerdote se encontraba notablemente abrumado ante aquel conglomerado de palabras que para él solo tenían como relación el anticristo. Eso fue lo que lo puso nervioso. Se podía sentir el aire de maldad que poseía alrededor del chico, que sonreía con total tranquilidad, aunque era inmensamente misteriosa su mirada. El menor lo miró con interés, hasta que soltó una sonora risa, que con un mal eco invadió toda la iglesia. Su risa era paralizante, y recargó el aire de tensión.

- Disculpe, Padre, si lo he pintado con tinta de otro color. Quise decir que en mi vida siempre he querido encontrarme solo - el mayor estaba muy confuso, y temía las acciones del segundo -, pues siempre he conseguido concentrarme en mis deberes de humano cuando lo hacía con mi propia voluntad, sin recurrir a nadie. Seguidamente, he tenido algunos problemas con mis familiares, y entonces he pensado de manera irrespetuosa de ellos. Nada grave, no se apiade. He querido comer y saciar mi hambre a todas horas, he querido regodearme de mis compañeros sobre sus desgracias, y he querido saciar mi sed sexual con varias mujeres. Esos son mis principales pecados. Pero le siguen la envidia hacia mis conocidos: algunos consiguieron lo que yo no pude con mi esfuerzo, y he a menudo no he querido realizar mis deberes. Mis enojos han llegado a ser respuestas hacia los golpes, y pleitos violentos.

El mayor estaba asombrado. Manipuló la información de manera que pensó lo peor. Se alegró de las confesiones del joven, y este concluyó.

- En Padre te perdona, en el nombre del Hijo, del Espíritu Santo, Amén.

miércoles, 16 de mayo de 2012

¿Cristales opacos?


¿Qué decir que no se conozca ya? ¿Qué manifestar que no haya ya dado a la luz? ¿Qué mostrar si todo te lo he enseñado? ¿Es posible que me quede algo por encontrar en mi par poder darte?

Mis piezas se colocan una a una mientras busco en este puzzle algo que me dé la señal de que podré encontrar la manera de darte todo. Todo lo que tengo o lo que puede dar un humano hacia otra persona. Algunos dicen que es bastante sencillo. ¿Me encontraré yo metido en un mar de laberintos en los que tengo que ir, en realidad, en línea recta? Es posible, pues, que mi mente se quede encarcelada en una rama de cadenas que tienen cerraduras ya abiertas, pero que pienso que es un mero truco de mis ojos. ¿Qué es lo que me falta para poder sentirme, al fin, con el sentimiento de haberte dado todo?

Mis dedos ahora buscan poder satisfacer este sentimiento vacío, en el que me siento enormemente impotente. Es un inexorable sentimiento de tristeza, al mismo tiempo, el que emana en mí cuando mis actos no son los más adecuados. Es posible que más de una vez, por mi propia vista a mis actos, no haga lo más valorado a correcto sin ánimos de que así sea. No entiendo, entonces, por qué mi propio cuerpo me juega esas malas pasadas. Quizás sean reflejos de cómo soy, aunque mi alma quiera enseñar lo contrario. Es un dilema bastante importante, aunque su importancia parezca carecer.

Sigo intentando mirar hacia tu lado, queriendo escuchar de tus labios, como pétalos de rosa, mi nombre. Es una dulce melodía bien organizada tu voz. ¿Cómo podrán salir esas voces que me recuerdan a un ardiente rubí, que alza un soneto cálido y acogedor? Es posiblemente por ello que deseo tu cantar. 

Y una vez más, por las ramas. Simplemente, no sé. Sé que deseo volver a ver esas estrellas que son tus ojos, pero, ¿cómo podré demostrar, ya dicho, mi intensidad en este sentimiento?